La primera segunda vuelta en la historia de Bolivia
El 19 de octubre Bolivia vivirá un hecho inédito: el primer balotaje presidencial. Rodrigo Paz alcanzó el 32 % de los votos y Jorge “Tuto” Quiroga el 27 %. Ninguno logró el 50 % más uno exigido por la ley. La sorpresa fue el voto nulo y blanco, que sumó un 19 %. Este resultado refleja la desconfianza ciudadana y la influencia de Evo Morales, quien llamó a no apoyar a ningún candidato.
Un Congreso dividido y sin liderazgos claros
La nueva Asamblea Legislativa no tendrá mayoría absoluta. El Partido Demócrata Cristiano de Paz ocupará 70 escaños. La alianza Libre de Quiroga contará con 53. Ninguna fuerza alcanza dos tercios, lo que obliga a pactos. Alianza Popular, Comunidad Ciudadana y el MAS pueden volverse árbitros en votaciones clave. Los analistas señalan que el próximo presidente gobernará con una base débil y dependerá de alianzas circunstanciales.
Campañas centradas en ataques y sin propuestas claras
El politólogo Carlos Saavedra calificó la campaña como “un lodazal de acusaciones”. Tanto Paz como Quiroga dedicaron más tiempo a señalar errores del otro que a plantear soluciones. Jorge Richter explicó que los partidos “actúan por reacción, no por planificación”. Ninguno presentó un plan serio para enfrentar la falta de dólares, la crisis de hidrocarburos o el abastecimiento de alimentos.
El riesgo de un gobierno sin legitimidad social
El próximo presidente asumirá con solo un tercio del voto popular y sin mayoría en el Congreso. Esto abre un escenario de inestabilidad política. Los expertos advierten que la legitimidad no dependerá solo de las urnas, sino de la capacidad de construir consensos y mantener el respaldo ciudadano en las calles. Si no logra apoyo, el nuevo gobierno enfrentará bloqueos y protestas desde sus primeros meses.
Un futuro marcado por la incertidumbre
El balotaje refleja un país fragmentado y polarizado. Paz apuesta a su imagen de renovación, mientras que Quiroga se presenta como experiencia. Sin embargo, ninguno garantiza gobernabilidad plena. La gran incógnita es si el ganador podrá unir a una población cansada de promesas y enfrentar una crisis económica que ya golpea a todos los hogares.